Esta editorial sale desde la más profunda reflexión y crítica al actual gobierno nacional.
Desde que comenzó la campaña, los políticos oficialistas no hicieron más que hablar mal de sus contrincantes políticos, dejando de lado a millones de argentinos a la buena de Dios.
El pueblo ruge hambre como un animal sin destino ni presa para comer, los jóvenes huyen de la patria por un destino diferente al que están viviendo, los abuelos salen en los noticieros llorando que fueron abandonados a su suerte, la clase media (ya no tan media) no tiene proyectos ni futuro temiendo por su vida por un celular que está cada día más difícil de comprar. Las empresas internacionales escapan de un país sin destino y lleno de trabas e impuestos, los pobres esperan con los brazos abiertos la limosna que los “Insaurralde” les tiran y los bufones los hacen reír para hacerlos olvidar de que ese carrito que arrastran desde hace tanto tiempo no está pesado a pesar de que sus pies no dan más.
Este gobierno le pide al campo sus dólares y el campo sufre sequías, los presos lo votan pero los policías les tienen miedo, la comunidad LGTBQ+ se siente con derecho de decirle a la gente a quien votar, sus actores afines son “rentados” y viajan al exterior cada semana en voz del peronismo del pueblo.
La falta de reglas, el cansancio colectivo y un audaz catador de votos generaron el combo perfecto para la elección más contundente que tuvo Argentina en toda su historia.
Sin reproche y con todos los argumentos, Argentina ahora es Liberal.